Esperanza

Esperanza . –

Nos convertimos en buscadores desconsolados, pero, con ánimo rampante hacia la perseverancia de la calma, siendo hombre o mujer, niño o senil, entre abátares y coronas de olivo; tomamos la realidad y la imaginación haciendo con ellas grandes fusiones que se adornan con los pecados capitales, manjares agridulces, que la modernidad sofistica cada instante, monstruo para unos y hermosura para otros.
Banquete y comensales se encuentran dentro de la arena de un coliseo, la miradas infinitas en negativo de los ojos de los espectadores atraviesan sus frágiles cuerpos y sus transparencias internas.
¡Victoria!, ¡Victoria!, ¡Victoria!, clama el grito del más débil, aquel ha sido premiado con el pulgar erguido hacia abajo, la misericordia lo envuelve entre su manto, en él ni las fieras más inimaginables le pueden hacer daño, no es un Ser puro, no es un enviado del Nirvana, es parte de la humanidad, nació con el bing bang y envejece a medida que la noche se contrae en el infinito.
No tiene pena, ha pesar del torpe caminar que describe, sus ojos cerrados que siempre ven la hermosa luz del firmamento y la noche profunda, el aspecto de sus manos sucias y ásperas, su porte imponentes, y el aspecto de su traje post nuclear, y en su cinturón cuelga la llave maestra que da cuerda a cualquier corazón.
Sus encuentros siempre son por los seis puntos cardinales, y su toque se caracteriza al revitalizarse uno, es un leve volver a nacer, el susurro de adelante, y la aceptación de uno mismo.
Cuando se retira nos parece que andará tan rápido, cuando al contrario, nuestra reacción y giro para agradecerle es tan lento, que el consuelo que nos queda es contarle a los demás lo que nos paso, y así va creciendo la leyenda.
Misteriosa o adimensional, atraviesa muros de fortalezas, puertas de gran espesor, tiene una parte incomprensible que es el alivio del moribundo, y cuando está en el limbo es una compañera que hace placentera la estadía.